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jueves, 30 de diciembre de 2010
Noche de Verano

Eran 8:30 pm de un martes de Diciembre. Estaba sentado en una mesa bastante decorosa, donde en el centro había un champan y cubiertos para 8 personas. Recuerdo que el calor era abominable, quería salir corriendo pero no podía. Vestía un pantalón oscuro, camisa blanca, corbata rosada con filos plomos y blancos y un saco que me llegaba hasta las manos. A mi costado estaba una bella mujer. Tenía un peinado simple pero bonito. El vestido le llegaba a las rodillas y el color era un azul tornasolado. Realmente era una diva, una princesa, una reina. Pues aquella mujer que miraba con tanta ostentación… era mi hermana. Y yo, un poco enajenado por la situación, era pareja de una de sus amigas.
De esta forma estaba en la reunión más deseada por todos los colegiales, ‘La Famosa Fiesta De Promoción’. La señora que me dio la vida era un manejo de nervios. Corría de un lugar a otro. La presidenta (mi madre), con su simpatía recibía a los invitados que iban llegando al Golden Garden (el local). Tenía el rostro embellecido, sus parpados estaban cubiertos por una sombra celestial y el vestido era un negro elegante.
Los rostros de los alumnos, profesores, padres, hermanos, hermanas, amigos, cuñados… eran de felicidad. Sin embargo, había una persona que estaba con el rostro desencajado, medio taciturno. Era la oveja negra de aquella noche. Como olvidarlo, era un desastre. Cualquiera que lo miraba con atención podía darse cuenta de su situación, pero a nadie le importaba, pasaba desapercibido frente a tanta gente. Capas lo disimuló tan bien que nadie se dio cuenta, pero eso no pasó frente a mis ojos. Miraba a todos lados como si le faltara algo. Parecía un loco recién salido del Larco Herrera. Observaba el celular minuciosamente cada segundo, y de vez en cuando dibujaba una sonrisa cuando se prendía. Pues ese estúpido muchacho de quien hablo con tanto afán, era el hermano de la chica más bella de la fiesta. Sí, era yo.
Y digo estúpido porque yo siempre critiqué dicha situación, que se veía bastante ridículo estar pendiente de un celular esperando un mensaje de texto. Pues creo que esta vez me tocó a mí, estaba en ese saco de bobos. Igual no me importaba, solo quería hablar con ella. La chica de apellido impronunciable, era lo que más me importaba en ese momento. Quería que venga pero no debía y tampoco podía. Por eso opté por adormecer el dolor con una jarra de cerveza. Algo tonto, pero efectivo. Pude entender pero no justificar… a esos sufridos de la vida que se la pasan bebiendo todos los fines de semana.
El último mensaje que escribí fue: ¡Te quiero! De ahí, decidí bailar. Total… no le podía malograr la fiesta a la bella dama, aunque si tenía muchos motivos para hacerlo, sobre todo por el insignificante y poca cosa que tenia al lado. En fin, ya en la pista de baile, aparte de hacer el ridículo ‘Bailando’, me puse a cantar. Realmente esa noche no era yo. Tantas cosas que vociferaba con alarde y lozanía sobre aquellas personas, lo terminé haciendo también yo.
No sé, si mi actitud de esa noche era por el calor fulminante que hacía, o simplemente por las copas demás que tenía encima. Por fin, mi última hipótesis sobre tal bochornoso hecho, es que me estaba enamorando una vez más, y el celular de marca LG 800 sonó de nuevo a las 5:30 am.
‘El Mensaje Madrugador’ decía: “Yo también te quiero”.
Todo esto me pasó en un solo día, en una sola noche… en aquella noche de verano.

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