Somos un grupo de siete jóvenes. Estudiantes de la UTP, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Nuestra pasión por la escritura, y por el periodismo en general, nos llevó a crear este espacio con la finalidad de mejorar como futuros profesionales y alcanzarles todo tipo de información desarrollándonos sobre todo en el periodismo interpretativo, el cual amamos.

El nombre del sitio se concluyó luego de una exitante tertulia en el patio de la universidad. Se deriva de la combinación de varios temas importantes en el mundo y en la vida del ser humano, un piqueo de información. Y también de lo reciente o relevante que serán las temáticas a tratar, será noticia caliente.

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lunes, 27 de diciembre de 2010

Verónica... ¡TE AMO!


Eran 7:00 am, tenía que ir a la universidad a rendir un examen bastante tedioso. “Como está Salvador, buenos días”, me saludaba el vecino Terrones amablemente, como todo los días.

Al subir al ‘Micro’ me senté con una señora de contextura gruesa. La susodicha se enojó conmigo porque dice que le propicié un ‘Pisotón’ en el pie derecho. Realmente las cosas no me salían de la mejor manera. Estaba molesto, fastidiado, irritado, enardecido. Sin embargo, opté por la paciencia y tragué mis palabras sobre aquella mujer.

El sol de la mañana era insoportable, y el carro donde viajaba estaba casi repleto. Cuando de pronto, subió una pareja. Eran dos personas que no pasaban los 40 años, pero tampoco menos de 30. Ambos se sentaron en la parte trasera del carro.
“No intentes tapar el sol con tu perdón”, dijo muy alterada la señora que hace unos minutos había subido. Ella tenía el cabello rubio ensortijado, de tez blanca y ojos pardos. Su acompañante, apenas era un tipo flaco y escuálido, de lentes gruesos y vestidura semi – elegante.

Las palabras de Verónica, la mujer de ojos pardos, se escucharon en todo el bus. Y yo, que no se si para mala suerte o no, estaba delante de ellos.
Verónica seguía diciendo: Enrique, me has humillado demasiado. Muchas veces me dijiste que no me querías, que fui el peor error de tu vida. Gorda, fea, vieja, y otros insultos de peor calaña me has dicho.

En ese momento la concentración de todo el vehículo se centró en aquella pareja. Todos esperaban, disculpe, todos esperábamos…la respuesta de Enrique.
Él dijo: Es verdad, fue eso y mucho más. Pero acaso ya no te acuerdas cuando me dijiste que alguien te cortejaba, te regalaba chocolates y peor aún… te robó un beso.
El suspenso se apoderó de todos nosotros. Era una historia realmente emocionante. Nadie decía palabra alguna, ni siquiera el chofer y el cobrador que también escuchaban con mucha atención.

En esos momentos de tensión, Verónica le contestó: ya te dije que nunca quise nada con él. Siempre te quise a ti y parece que jamás lo entendiste.

Con el corazón destrozado, Enrique le dijo a la dama que miraba al vacio llorando.
Es cierto que te dije muchas cosas hirientes, y por eso te pido disculpas. Muchas veces me dejé envenenar por el odio, la ira. Por eso, esta mañana te pido frente a todos, un favor. Quiero que me ayudes a cambiar, porque estoy seguro que solo no podré hacerlo. Ya olvídate de las atrocidades que te dije, y acuérdate de las cosas bonitas que pasamos juntos. Nunca olvidaré aquellas palabras que me dijiste una vez: “soy la mujer más feliz a tu lado”. Lo que Dios unió en matrimonio, espero que el hombre no lo separe. Aunque tengo la muerte en el corazón, solo quiero decirte dos palabras, que son las más sinceras posibles: Verónica… ¡Te Amo!

Verónica había hecho sordo a sus ruegos. Pero después de lo que dijo aquel guerrero, que su espada había sido el amor y el escudo la coherencia… ella lo abrazó. Los dedos de Enrique tocaban suavemente los labios de aquella mujer. El calor fulminante de esa mañana hizo que los labios carnosos del hombre desfasado se juntaran con la de su amada.

El deleite de los pasajeros fue inevitable. Todos estaban extasiados. Parecía que estábamos en la época del romanticismo, donde el hombre cortejaba con lujos y detalles a la mujer. Pues lo único que atiné a decir ese mañana fue: en el paradero bajo, por favor.

Al bajar, sentí una alegría inmensa por esa pareja. Parece que todo me iba a salir bien en ese día, pero la vida me demostró una vez más…que estaba equivocado.
Pues nunca jalé aquel examen tedioso, tampoco tuve un mal día en la universidad y mucho menos en casa. Lo único, y por cierto muy desastroso que me pasó… fue que en ese auto donde había viajado hace pocos minutos… se había estrellado y solo dos habían muerto. Sí, era Enrique y Verónica.

Parece que hubiera sido todo una película, pero era la cruda realidad. Al bajar del micro, pude ver que el carro seguía su camino. Pero en segundos nada más, hizo un giro inexplicable. ‘El Micro Maldecido’ había dado tres vueltas en campana, por esquivar a un bebe de apenas 1 año que se encontraba en la pista.

En esos momentos no supe que hacer. Estaba atónito, atemorizado. Pero fui a ver qué pasó. Vi un mar de gente que estaba herida, llorando, gritando. Y entre los fierros de aquel transporte público… estaba Enrique y Verónica, abrazados hasta la muerte.
Tuve más de un sentimiento aquel día. No sabía si tener cólera por el descuido de la madre sobre el bebé, o tener pena por aquella pareja, o simplemente sentirme aliviado por salvarme de la muerte. Lo único seguro de ese día… es que verónica y Enrique regresaron y la impredecible muerte vino por ellos.

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