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lunes, 13 de diciembre de 2010
TÉ.
Es veinticuatro de Diciembre. Son las diez de la noche, y como era de suponerse, pienso en Té. Ya son catorce días sin saber nada de ella. La última vez que la vi vestía una sudadera color coral. Su favorito.
Hasta ahora no comprendo por qué se fue, porqué me dejó. Quizás quería estar sola, eso siempre le gustó. Jamás se resentía por no ver a nadie a su lado, simplemente descansaba.
Desde que era un niño me brindaba su amor incondicional. Yo la amaba, la amo, siempre lo haré. No por lo que hizo por mí, que por cierto sería razón suficiente, sino porque me parió. Cómo no amarla. En cada gesto me demostraba estar primero en su escala de prioridades. Me mimaba como a un bebé. Me engreía todos los días, cada vez que estábamos juntos. Me engreía todo el día. Aún recuerdo cuando sacó un chupón y se lo puso en la boca. Imitó un balbuceo y se echó a reír. Con esa sonrisa que encandila y enamora a cualquiera. Con esa sonrisa que me conquistó. Pero en realidad no importa si me conquistó o no. Igual la amo. Porque como te digo, nací con ella. Gracias a ella.
Mi hermana. Es hermosa, si fuera más delgada sería fantástico. Junto a la mesa principal, donde se encuentra el festín navideño, hay una mesa más pequeña, ahí están los panetones. Ahí está mi hermana. Cortando un gran pedazo de panetón. También extraña mucho a Té. Casi tanto como yo. Su angustia y tristeza la hace comer más. Ahora debería estar sentada a mi lado, conversando. Tratando de distraerme para que no piense un poco en Té. Aunque es inevitable. Mi hermana extraña a Té. Yo la necesito.
¿Ya llegó?, el silencio se rompió con su llegada. Está tan feliz. Se la nota tan radiante, tan dulce. Parece haber vuelto a nacer. No te imaginas la cólera que siento. ¿Cómo puede estar tan feliz? ¿No extraña a Té? Ella siempre le tuvo encono. Nunca vi un gesto amable de ella hacia Té. Y ahora me doy cuenta que estaba en lo cierto, Té le es indiferente. Recuerdo cuando Té llegó de su trabajo, abrió la puerta y me dio un enorme abrazo. La habían ascendido por ser tan capaz. Mi prima estaba ahí y lo vio todo. Salió de la casa tirando la puerta con lozanía. Desde ahí me di cuenta que no soporta a Té. Es celosa. Y acaba de llegar a la casa con un entusiasmo irónico. Con una sonrisa de oreja a oreja. Totalmente detestable.
No te muevas tan rápido, detente. Mi reloj avanzaba con mucha celeridad. Eran las once y treinta y tres de la noche. No quería pasar la navidad sin Té. Sería fatal. Necesitaba escuchar su voz. Sentir sus brazos cálidos. Jugar como siempre lo hacíamos.
Si supieras. Éramos dos niños. Regocijándonos en un mar de alegría. Esos éramos nosotros dos. A veces me cansaba, pero ella tenía las palabras exactas para mantener mi ánimo al tope. Para que no me aburra, para que siga riendo. Siendo niño y hombre me brindaba su amor. Crecí y crezco por Té y para Té.
Hace dieciocho años puedo respirar. Desde que mi madre me dio a luz. Pero Té fue quien me parió, porque con ella por fin empecé a vivir. Y sin Té… hoy me veo morir.
Etiquetas:
Literatura
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